Extrañamente había ciertos integrantes que la estaban jugando callada. Ideas modernas dominaban sus conversaciones secretas. Señas imperceptibles, totalmente cuidadas, eran la única vía de sus mensajes ocultos. Planeaban sumar más y más adeptos a su causa. “Es hora de poner las cartas sobre la mesa” - gritaban enfurecidos. Manifestaron que la razón de todos los males eran los porotos, que eran estos elementos los que fomentaban la desigualdad, generando así la marginación de unos cuantos. No se podía seguir más marcando cartas y poniendo comodines, era el momento del cambio, de la revolución…
Fue así como poco a poco las cartas tapadas se dieron vuelta. Una multitud rodeó la mesa. Al grito de – “¡chinchon chinchon!” la mesa quedó completamente tomada.
A partir de ese día todo cambió radicalmente. El ancho de espada había perdido todo su poder, los porotos no solo no servían, si no que quien los tuviese se encontraba en una situación bastante complicada. Se escucho de gente que llego hasta restar de a diez.
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